Ya es Jueves. Como todos los Jueves, toca relato o poema, esta vez será relato. Por poco no es nada porque me los he dejado en otro lado. Este relato está inspirado en una de mis canciones preferidas: "Nana" de Warcry , una canción que si no la has escuchado ya, deberías ponerte a ello (o no, que yo no obligo a nada). Está inspirada en la canción, pero el argumento es completamente diferente. Espero que sea de vuestro gusto, y que le haga honor a la canción. No he tenido mucho tiempo de revisarlo, así que si hay alguna errata os pido perdón de antemano.
Promesa de
venganza
Abrió los
ojos, se encontraba tirado en el suelo. Sin duda alguna habría sido debido a
alguna embestida enemiga. No recordaba muy bien cuando fue el momento, tan sólo
recordaba estar de pie y luego echar a correr en pos del enemigo junto a sus
compañeros. Ahora sus aliados se encontraban esparcidos por el campo de
batalla. Él se encontraba bajo el cuerpo de uno de ellos. Lo más posible es que
en el combate, tras perder él el conocimiento, su amigo hubiese caído abatido
sobre su cuerpo y el enemigo hubiese dado a ambos por muertos. Mas por suerte o
por desgracia, no estaba muerto, malherido sí, pero muerto no. Le dolía todo el
cuerpo, pero logró mover el cadáver de su amigo para quitarlo de encima de él.
Se incorporó y entonces notó el dolor, el dolor de una línea abrasadora que
cruzaba su espalda de arriba hacia abajo, y de la derecha hacia la izquierda.
Miró el rostro de su aliado, y reconoció aquella cara, se había criado junto a
él. En una mueca muda, le prometió que se vengaría.
El clamor de
la batalla hacía tiempo que había cesado, no podía saber con exactitud cuánto,
pero sí el tiempo suficiente como para que los enemigos hubiesen abandonado los
cadáveres de sus rivales a su suerte. La luz del día ya se estaba retirando y
se podía escuchar el aullido de los lobos. Pronto, lobos y carroñeros acudirían
a darse un festín con aquellos que no ha mucho habían sido sus amigos. No iba a
tener tiempo de enterrar a ninguno de ellos, pero era mejor así porque tampoco
disponía de energías para emprender tal labor. Ahora había tres asuntos
primordiales que debía atender. Uno era conseguir, el otro localizar y evitar
al enemigo, y finalmente alejarse del lugar antes de que algún animal le diese
caza. No tenía que atenderlos en ese orden, pero tenía que atenderlos a los
tres si quería vivir lo suficiente como para ver amanecer unas cuantas veces
más. El tercero no suponía una grave amenaza a corto plazo, posiblemente los
animales preferirían dar cuenta de las presas ya muertas, que tener que dar
caza a una que aún pudiese hacerles frente.
Huyó protegido
bajo el manto de la noche, contaba con la suerte de que ningún posible
vigilante enemigo pudiese verlo, pero la oscuridad limitaba sus movimientos. Cansado
y malherido, logró llegar a la orilla de un río y hacerse con alguna pieza de
fruta que había por los alrededores. Con algo de energías repuestas, subió a un
árbol para mantenerse alejado de las posibles alimañas nocturnas. Estuvo en
vela toda la jornada, atento de no caerse del árbol, y complicar aún más su
maltrecha situación. Y así distinguió el humo del que sería posiblemente el
campamento enemigo. Se originaba río abajo, a menos de un día de distancia. Por
la cabeza le cruzó la idea de ir hasta allí y atacarles, atacarles al amparo de
la oscuridad y causas tantas bajas como le fuese posible, antes de que fuese
apresado y asesinado. Pensó en buscar la tienda de campaña más ostentosa, en
matar al capitán o al general de turno. Podía atacar también el puesto de
enfermería que sin duda alguna tendrían instalada, si mataba a los médicos, los
enfermos morirían, faltos de tratamiento. Aquélla era también una excelente
idea. O podía prender fuego y huir en el caos generado para volver a atacar la
siguiente noche. Muchos eran los pensamientos que se le cruzaban por la mente,
pero todos podían acabar con él muerto antes incluso de dar el primer caso para
llevarlos a cabo.
Aunque la
muerte no sonaba tan mal en aquel momento, una muerte heroica matando a sus
enemigos. Pero por otro lado, una muerte vacía. No podría tomar venganza más
allá de un puñado de hombres. Su muerte no pasaría a la historia, y su venganza
no iría más allá del rebote de un crío que le pega una patada a un adulto. No,
debía reprimirse y cobrar su venganza en el futuro. Mataría al Señor que ordenó
desde su palacio el ataque. Le mataría con sus propias manos, y entonces
pronunciaría su nombre, y su lugar de origen. Así proporcionaría descanso a las
almas de sus compañeros caídos. Se hizo a sí mismo la promesa de que se
vengaría y aguardó hasta el amanecer para huir en dirección contraria a la de
sus enemigos.
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