El cielo estaba encapotado, todo hacía pensar que llovería, mas no lo hizo. Pero eso no le importaba a quien esperaba en el callejón. Llevaba allí cerca de dos horas. Tres horas de espera para decidirse a llevar a cabo una única acción. Había estado planeándolo tanto tiempo, y allí estaba, decidiéndose entre entrar o no entrar en el local. Para él no habían pasado dos horas, por supuesto, había pasado menos tiempo. Tomar aquella decisión le impedía pensar en el tiempo. La indecisión le aislaba en una especie de burbuja que no le permitía percibir el paso del tiempo.
Finalmente resolvió
entrar al local. Salió del callejón lleno de confianza y con paso seguro.
Estaba a unos cincuenta pasos del establecimiento. A los treinta pasos empezó a
vacilar. A los veinte pensó en dar la vuelta. A los diez pensó en pararse. Pero
su cuerpo siguió avanzando y se encontró abriendo la puerta del comercio.
Era una tienda de
ropa, y allí esperaba encontrarle. Entró y miro en derredor, pero no le vio. Un
empleado se acercó a él y le preguntó si necesitaba ayuda. Él preguntó por esa
persona tan especial que estaba buscando. Pero desgraciadamente, ese día no
trabajaba. Salió desilusionado del establecimiento y pensó en volver el
Miércoles, cuando sabía que iba a estar. Pero para eso aún quedaban dos días, y
muchas dudas que volver a superar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario