Cuando la dijeron que la restaban dos años de vida, pensó en todo lo que la quedaba por hacer.
Este nanorrelato no surgió de la nada. Recuerdo que iba en el tren, era por la mañana, salí de Alcalá e iba hacia Atocha. En una parada subió una madre con su hija y sus dos niños pequeños. La mujer llevaba la cabeza cubierta, seguramente por haber recibido quimioterapia, pero llevaba algo también consigo, una sonrisa. Sonreía a sus hijos y sonreía al mundo. Quizá el nanorrelato no sea muy alentador, porque el final del camino es obvio, pero al igual que el viaje a Ítaca, no importa tanto el final, como el camino. Este nanorrelato refleja también muy bien la esencia de los nanorrelatos, de las pequeñas grandes historias que pongo aquí día tras día. Es una historia que puede tomar diferentes senderos con un mismo final, pero como he dicho, al final lo importante es el viaje. Puedes quedarte lamentándote por lo malo que te pasa en la vida, o sonreír. Puedes sucumbir ante la derrota o luchar. Puedes deprimirte y rendirte, o intentar tirar para delante con el tiempo que te queda. Iba a poner que dedicaba esta historia a aquella mujer a la que no llegué a conocer, pero no, no quiero dedicárselo a ella, no a ella sola. Quiero dedicárselo a todos aquellos que ahora luchan, que han luchado, o que lucharán contra el cáncer. Muchos no han podido ganar su batalla, su gran guerra contra la enfermedad, por ellos también va este relato. Ahora que lo pienso, puede que la mujer que inspiró esta historia haya sido una de ellas, o puede que finalmente venciese, quizá incluso aún prosigue su gran batalla, no lo sé.
Podría haber comentado algunos casos personales míos, pero lo siento, no me gusta hablar de estos temas, no me gusta pensar en ello. No me gusta pensar que el cáncer de una persona muy cercana a mí puede volver a aparecer, o que el cáncer se llevó en los últimos años a dos miembros de mi familia. Es ley de vida, lo sé, pero no me gusta hablar mucho sobre ello. Al final he comentado algo, supongo que no podía acabar esta entrada sin decir nada.
Vosotros veréis esta entrada como publicada a las seis de la tarde, yo la estoy escribiendo ahora a la 1:23 de la mañana. Ni siquiera tenía pensado escribir nada aparte del nanorrelato, no sabía cuál era el que tocaba para hoy. Pero le tocaba el turno a éste, y quizá porque son las horas que son, me he puesto a escribir esto que he escrito. Tampoco quiero alargarme mucho, así que voy a ir acabando ya. Sólo quiero poner una cosa más que ya he dicho antes con otras palabras:
¡Va por todos y todas vosotros y vosotras!
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