Bueno un poquito sí. Quiero recordar que mañana es el Festival de Fantasía de Fuenlabrada y mañana participo yo. El sábado también estará, así que si os podéis pasar alguno de los dos días estaría bien. Si ya venís mañana y compráis un ejemplar de Hisnal, hasta os lo dedico jeje.
Y ahora sí, la historia.
El humano y el duende.
Él era un simple humano que había
aprendido a manejar la espada para poder ganarse la vida. Su amigo y compañero
era un duende de otras tierras. Se habían conocido en un puerto al que el
pequeño ser había arribado. Fran, el humano, aún recordaba el clima que hacía.
Era un día ventoso y el puerto estaba casi vacío porque los marineros, o habían
salido ya a faenar, o no tenían pensado hacerlo. Escuchó ladrar a un perro, y
se acercó con cierta curiosidad. Y entonces ahí vio a Hilu, subido a unas cajas
sin apartar la vista del animal y buscando con la mirada alguna vía de escape
que no encontraba. Fran gritó y lanzó un guijarro cerca del animal para
asustarle, éste se giró en su dirección y al verle aproximarse armado con otra
piedra, echó a correr. El duende, paralizado por el miedo, permaneció subido a
las cajas un rato más.
—Baja, ya se ha ido –le comunicó él
con una sonrisa en la cara y tendiéndole los brazos–.
El ser menudo le miró atentamente y
acabó cediendo a la petición del humano. Saltó hacia los fuertes brazos del
joven para, acto seguido, alcanzar el suelo. Luego, echó a correr en dirección
opuesta a la que el cánido había tomado hace tan sólo unos instantes. Fran le
vio alejarse, pero no hizo por seguirle. Había escuchado historias de duendes
caseros y de duendes salvajes, y dedujo que debía tratarse de un duende
salvaje.
Unos días más tarde, sus caminos se
volvieron a cruzar cuando, saliendo de la ciudad, el muchacho se sintió observado
y siendo perseguido. Temiendo encontrarse con una posible emboscada de algún
tipo de bandido, simuló tranquilidad hasta que distinguió movimiento a tan sólo
unos pasos detrás de él. Seguro de que se trataba de un posible ataque, se giró
presuroso con intención de parar el brazo que empuñase un arma. Pero no había
tal brazo, ni tal arma, sino que se trataba del duende que le estaba siguiendo
y que ya se había aburrido de permanecer oculto. Cuál fue la sorpresa del ser
menudo, cuando vio al humano, considerablemente más alto que él, darse la
vuelta tan bruscamente y lanzarse al vacío. Fue tal su susto, que dio un
respingo y retrocedió unos cuantos pasos. El chico sólo se percató de que se trataba
del duende cuando vio que algo se movía no muy lejos de sus pies.
—¿Eres tú de nuevo? ¿Quieres venir
conmigo?
El duende se le quedó mirando fijamente
y con precaución ante un nuevo movimiento brusco.
—Ten, toma.
Fran sacó algo de pan que llevaba a
mano en su bolsa de viaje, partió un trozo y se lo lanzó al duende. Hilu miró
atentamente el trozo que acababa de caer al suelo.
—Está bueno, mira.
El humano partió otro pedazo de la
pieza de pan que había sacado y comenzó a comérselo. El ser menudo tomó la
ración que le había sido entregada e imitó al humano.
—Me llamo Fran, ¿y tú?
—Hilu –respondió él, conocedor del
lenguaje de los humanos–.
Así fue como un duende y un humano iniciaron
juntos un nuevo viaje que fraguaría en una profunda amistad.
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