Bueno, aquí llega un relato después de mucha sequía. No ha quedado muy allá y se supone que es de miedo. Pero he estado de vacaciones, sin ordenador y atareado. He vuelto esta misma tarde y me he puesto a escribir una historia, pero la he descartado porque daba para más. Luego finalmente ha surgido ésta que tenéis aquí. Está tal cual la he escrito, mañana la revisaré y corregiré alguna errata que se haya colado. No he podido centrarme en ella porque unos ***** han atacado mi ventana con huevos, ¡mal rayo les parta! Y claro, he salido detrás de ellos... Así que... Lamento no haberle podido dar un aire de terror, me era imposible si quería entregarlo a tiempo para el ejercicio de Adictos a la Escritura. De todas maneras os hacéis una idea, y seguramente más adelante la reescribiré y podréis ver las diferencias (espero que sean perceptibles jeje). Os dejo un supuesto relato de miedo que espero que disfrutéis.
Bueno pues ya he reescrito el relato. Podéis elegir cuál de los dos leer. Éste fue la primera versión, el nuevo es la segunda. He dejado ambos para que cada uno lea a su gusto. Podéis leer la otra versión aquí " La vasija (reescrito) "
La vasija
—¿Crees
en los duendes?
—¿Duendes?
No soy un crío –se limitó a responder–.
—Pero
los duendes existen –replicó el anciano–.
—Si
tú crees en ellos es cosa tuya. Ni duendes ni hadas existen.
—Es
una lástima que pienses así.
—¿Por
qué? Es la verdad, no existen ni nunca han existido. ¿Acaso tienes tú alguna
prueba de lo contrario?
—La
verdad es que sí. Tengo una pequeña vasija donde habita el espíritu de un
duende, pero no puedo mostrársela a un escéptico.
—¿Por
qué no?
—Porque
el duende se enfadaría conmigo y su espíritu me atormentaría. Además, a ti ya
te la enseñé hace años, cuando aún creías en duendes y hadas. Si aún creyeses,
podrías verla de nuevo, pero desafortunadamente no es así.
—¿Qué
más da que no crea o que no la vea?
—No
me queda mucho tiempo, ya estoy mayor. Esta vasija trae suerte a su dueño…
—¿Suerte?
¡Pero si no eres rico! –objetó–.
—No
ese tipo de suerte. Hay muchas dichas en este mundo, y el espíritu te facilita
algunas de ellas. Pero para eso, tienes que creer que él y lo más importante,
no fallarle.
—¡Demuéstrame
que existe! –se burló–. ¡Trae la vasija y rómpela para que pueda ver al duende!
—Como
te he dicho, sino crees, no puedo enseñártela.
—¡Son
tonterías!
—¿Tonterías?
No puedo mostrártela mientras no creas, pero puedo probarte que lo que te digo
es verdad.
—¿Cómo?
–se interesó–.
—Puedo
pedirle un deseo al duende de su interior, y entonces, cuando se cumpla, sabrás
que ha sido gracias a él.
—Pídele
que me toque la lotería jaja.
—No
puedo pedirle nada monetario, ya te he dicho que es otro tipo de suerte la que
trae.
—¡Entonces
no me interesa!
Se
marchó de la casa entre risas. Aquel anciano, aún creía en duendes. Le conocía
desde que él era un niño, de hecho todos los niños del pueblo le conocían, pero
no recordaba haberle oído hablar nunca de la vasija. Había pasado muchos años
visitándole y echándole una mano puntualmente. El viejo era un conocido escritor
de cuentos para niños. Él estaba seguro que aquella historia no era más que
otro de sus relatos para críos. ¿A cuántos habría gastado aquella broma?
Seguramente se la había gastado a algún niño de los que solían visitarle para que
éste le narrase un cuento. Quizá se la gastaba a todos los chiquillos del
pueblo. Es más, conociéndole, era capaz de tener una vasija para mostrársela a
los ilusos. Seguramente hasta a él se la había enseñado de pequeño y no lo
recordaba. ¿O quizá sí? Unas horas después el recuerdo empezó a aflorar en su
interior. Sí, era algo difuso, pero recordaba una antigua vasija marrón en las
manos de un anciano algo más joven. Sacó la cartera y miró el billete de
lotería.
—Si
existes, que me toque, entonces creeré en ti –dijo antes de darle un beso al
cupón y de reírse ante la situación–.
Aquella
noche era el sorteo y aunque siempre consultaba el resultado al día o a los dos
siguientes, esa noche estuvo atento para ver si por casualidad, o por mediación
del supuesto duende, se hacía rico. Se emocionó cuando los primeros números que
salieron coincidieron con el suyo, pero luego hubo otros que no se ajustaron a
los que él llevaba. Pero aun así se llevó un buen premio. Quizá no lo
suficiente para considerarse rico, pero sí lo necesario para darse un buen
capricho y costearse un buen viaje a algún lugar lejano. ¿Habría sido
intervención del duende? ¿O era acción de la casualidad? El anciano dijo que no
concedía ese tipo de suerte, pero quién sabe, quizá es que el nunca necesitó
pedirla. Se durmió pensando en este asunto y soñó hacerse rico gracias a la
vieja vasija y al duende de su interior. Se vio lejos de aquel pueblo, viviendo
en un lujoso chalé de algún barrio rico.
A
la mañana siguiente fue a visitar al anciano para pedirle ver la vasija. Ahora
creía en el duende, aunque no había cumplido su deseo.
—¿De
verdad que crees? –preguntó extrañado el anfitrión–.
—Sí,
me ha pasado algo que me ha hecho creer en él.
—¿El
qué?
—No
puedo decírtelo, pero confía en mí, ahora creo en duendes.
—¿Seguro?
—Sí.
Enséñame la vasija, tengo que saber si es la misma que recuerdo o no.
—¿Cómo
crees que es?
—Una
vieja marrón, pequeñita, sin ningún tipo de adorno. Tiene dos asas y una tapa
que no se cae ni aunque vuelques la vasija.
—Así
es. A grandes rasgos ésa es la descripción de la vasija.
—¿Entonces
la podré ver ahora?
—Por
supuesto, espérame aquí.
El
anciano se retiró y no tardó mucho en volver con el preciado objeto en sus
manos. Era algo sencillo, no tenía ningún tipo de decoración que la hiciese
destacar ni detener en ella su atención. Cualquiera que la viese la miraría el
tiempo justo que tardase en detener su atención en otro objeto. Sin embargo para
él, era algo valioso, al menos que comprobase que no había ningún duende en su
interior.
—Aquí
la tienes.
—¿Puedo
cogerla?
—Ayer
te hice llamar precisamente para que la cogieses. Antes de que me muera, quiero
que esta vasija pase a otras manos. Debes cuidarla y mimarla. Tienes que
saludar al duende cada mañana y despedirte de él cada noche. Puedes cogerla las
veces que quieras, pero procura no agitarla bruscamente. Tampoco la pasees de
mano en mano, pues el espíritu podría enfadarse. Si lo ves necesario, puedes hacer
uso de sus poderes, pero jamás debes pedirle algo puramente egoísta. Para
pedirle algo basta con que hables al duende, no hace falta que estés sujetando
la vasija, él te escuchará como ahora me escucha a mí, pues serás su dueño.
—¿Hay
algo más que deba saber?
—No,
creo que eso es todo. Lo que no te haya contado, lo acabarás descubriendo tú
mismo. Ahora tómala y cuídala, por favor.
—Descuida,
lo haré –respondió sonriendo–.
Él
tomó la vasija, se quedó contemplándola un rato mientras pensaba en lo rico que
podría llegar a ser. Continuó hablando un rato con el viejo, hasta que
consideró que ya se había entretenido suficiente y se despidió amablemente para
encaminarse a cobrar su billete premiado y comprar uno nuevo. Confiaba en que,
ahora que tenía la vasija en su poder, podía pedir el deseo nuevamente y éste
se cumpliría completamente.
Y
aquella noche repitió la misma operación que el día anterior, pero esta vez con
la vasija entre sus manos. Se despidió del duende pidiendo que cumpliese su
deseo y se fue a dormir pronto, sin ni siquiera ver el sorteo, para dejar al
espíritu trabajar.
Se
levantó y lo primero que hizo fue buscar en internet si se había obrado el
milagro. Efectivamente, así era, ¡ahora era rico! Salió raudo de su casa, no se
molestó en desayunar. Se vistió tan rápidamente como pudo y fue a cobrar el
boleto para asegurarse el dinero. No se detuvo en saludar al duende, bien
porque se le olvidó, bien porque no lo estimó necesario ahora que tenía su
codiciado premio.
A
partir de este punto, su suerte se trocó, cuando fue a echar mano del boleto,
éste estaba completamente borrado. Furioso al ver como su premio había
desaparecido, acudió a su casa. Se dirigió directamente hacia la vasija y la
estrelló contra el suelo. Ésta se quebró en cientos de pedazos, y el espíritu
del duende fue liberado.
—Pobre
infeliz,
quisiste
abusar de mí.
Pobre
desdichado,
no
seguiste
el
consejo del anciano.
Fuiste
avaricioso,
y
te has quedado sin tu tesoro.
Ahora
lamentarás tu suerte,
hasta
que te llegue la muerte.
Perderás
la cordura,
y
no hallarás cura.
Perderás
tu nombre,
por
ser mal hombre.
Esta
es mi maldición,
¡Maldito
traidor!
Después
de esto, el espíritu retornó a su lugar entre los restos de la vasija y ésta
volvió a reconstruirse a su alrededor. El valioso objeto volvió al anciano,
quien lo guardó y mimó. Tiempo después se enteró de la historia de su buen
amigo, al que tanto bien quiso hacer, y que acabó encerrado. Oyó que se volvió
loco, que decía que los gatos le seguían, y que los pájaros le espiaban. Al
final tuvo que ser encerrado cuando atacó a una mujer acusándola de ser un
gato. Ése fue el final de la historia del hombre que perdió su nombre. En
cuanto al nombre del anciano, prefiero no revelarlo.
Juuuu... de esos relatos que amaba leer de pequeña con mi mamá.
ResponderEliminarEso pasa por jugar con lo que no se debe... ojalá haya aprendido a no abusar de los duendes :p
pd: ya te sigo!
Saludos!
Hola Erzengel, la verdad es que sí, ha salido algo infantil. No da mucho miedo para los jóvenes y adultos, pero así se queda hasta que salga otra versión jeje. Gracias por tu comentario y por seguirme. Dentro de unos días me pondré a leer los relatos del resto, incluido lógicamente el tuyo.
EliminarUn beso.
Muy interesante, aunque es cierto que no da mucho miedo me parece muy interesante tu idea y disfruté al leerlo, felicitaciones :)
ResponderEliminarSoy consciente de ello. Creo que la idea se deja entrever, pero que me ha fallado el estilo. Parte de la culpa es por el tiempo (empecé a escribirlo a las diez de la noche), otra parte por mi estado de ánimo mientras lo escribía (me interrumpían continuamente y tuve que correr detrás de un grupo y regañarles) y otra parte por mí (que tenía otra historia pensada para la entrega pero la descarté para la ocasión). Aun así gracias por tu opinión y por leerme.
EliminarUn beso.
Esta historia me ha gustado mucho, la he leído con mucho interés por conocer el final. Me ha gustado la parte en la que el tipo es tan avaricioso que olvida saludar al duende la mañana que le toca el premio a pesar de lo que le dijo el anciano. Le pudo la avaricia y al final el duende se lo cobró. He disfrutado mucho con esta lectura y me ha parecido una idea genial. Es verdad que no da mucho miedo, pero creo que podría llegar a darlo quizás añadiéndole algunos detalles, descripciones, dándole una ambientación... es decir, añadiéndole un par de ingredientes más. Por si en algún momento decides hacer una versión más terrorífica, me hago seguidora de tu blog para estar al tanto y no perdérmela porque como te digo, la idea me ha llamado mucho la atención.
ResponderEliminarUn saludo!
¡Hola! Esta mañana me he puesto a reescribir la historia porque tampoco quería dejarla mucho tiempo de lado, que luego no la reescribo. Acabo de terminar ahora la reescritura y han cambiado bastantes cosas. Me he visto limitado por el tamaño (he querido respetar el límite de 5 páginas) y la he dado otro enfoque. Creo que ahora es un pelín más de miedo. Esta tarde la subiré, cuando la revise un poco para ver si se me ha colado alguna errata. Así que si todo va bien, en unas horas podrás leerlo y darme tu nueva opinión si lo estimas oportuno.
EliminarGracias y un beso.
Me gustó mucho así como está, le pasó por codicioso.
ResponderEliminarMe encantó la maldición del duende.
Un abrazo
Hola Meli, te respondo otra vez porque la otra respuesta parece ser que no ha aparecido. La maldición creo que es lo que más ha gustando a la gente (y voy yo y la elimino en la segunda versión) jaja.
EliminarUn beso.
Me encanta lo que has escrito, alguna vez leí en un libro acerca de algo que se la pasan buscando los autores y creo que con esta historia demuestras el tenerlo, el sentido de la ironía, podría ser una historia infantil, y esto lo digo como cumplido por que me encantaría leérselo a algún niño y si tuviese ilustraciones aún más.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por el cumplido Christian. La verdad es que otra adicta también ha dejado caer que iría bien para niños. Supuestamente era de terror, aunque ya he comentado que notaba que le faltaba algo para serlo, así que bueno en ese sentido no ha estado muy acertado. De todas maneras por vuestros comentarios creo que lo que yo veo como falta, es precisamente lo que le da la cualidad de que pueda gustar a los niños. En cuanto a lo de las ilustraciones es algo que tendré en cuenta para futuras versiones. De nuevo gracias.
EliminarUn abrazo.